«Metalmont nació casi por casualidad. En 1985 un amigo me propuso ayudarle a gestionar una empresa de carpintería ligera, por aquel entonces con dificultades, en Revine Lago, en la provincia de Treviso: acepté el reto. Empecé arreglando las cuentas, eliminando los trabajos con pérdidas y potenciando a los clientes más rentables; teniendo en cuenta el buen equipamiento y el potencial, decidimos, junto con el resto de socios, comprar la empresa. Desde el principio, consideré como piedras angulares de mi profesión la corrección con respecto a los proveedores y la calidad de los trabajos entregados a los clientes.
El sentido de responsabilidad respecto del trabajo de mis empleados, la voluntad de dar continuidad a aquello que había construido con el tiempo y una intuición de proyecto me empujaron a apostar por el desarrollo del sector técnico y la realización de productos con la marca Metalmont. Así nació, a principios del dos mil, la primera instalación de grandes dimensiones para el desplazamiento de granos. En 2010, a contracorriente con el periodo de crisis económica, dupliqué la superficie de la sede productiva: hacían falta espacios más amplios para el montaje de máquinas de grandes dimensiones.
Mi intención era construir productos para el sector agrícola que fuesen perfectos, resistentes, incluso estéticamente perfectos; por lo que nunca he dejado de invertir en máquinas de última generación, en instalaciones láser y en centros de trabajo completamente automatizados, contando también con competencia y la capacidad de crecimiento profesional de mis colaboradores. Con ellos he intentado compartir las metas conseguidas, garantizando la seguridad del puesto de trabajo, un ambiente limpio, ordenado y sin peligros. La entrada en la empresa de mi hijo Iacopo, ingeniero de gestión, con años de experiencia en grandes empresas multinacionales, en Italia y en el extranjero, amplía los horizontes y me permite mirar al futuro con confianza».
Domenico Meghini
Fondador