Empresa

ESCUCHAR, COMPRENDER, RESPONDER…ANTICIPAR

Quienes se dirigen a Metalmont buscan soluciones “a medida”: escuchar la exigencias de nuestros clientes guía el proyecto, la producción y la comercialización de nuestras máquinas. Nos cuestionamos continuamente con la convicción de que cada producto debe mejorarse siempre para responder a las diferentes condiciones de ejercicio, a las normativas y a las necesidades expresadas por los usuarios, y esto es la base de la confianza que los clientes depositan en nosotros desde hace más de 30 años.

CUESTIONARSE

«Metalmont nació casi por casualidad. En 1985 un amigo me propuso ayudarle a gestionar una empresa de carpintería ligera, por aquel entonces con dificultades, en Revine Lago, en la provincia de Treviso: acepté el reto. Empecé arreglando las cuentas, eliminando los trabajos con pérdidas y potenciando a los clientes más rentables; teniendo en cuenta el buen equipamiento y el potencial, decidimos, junto con el resto de socios, comprar la empresa. Desde el principio, consideré como piedras angulares de mi profesión la corrección con respecto a los proveedores y la calidad de los trabajos entregados a los clientes.
El sentido de responsabilidad respecto del trabajo de mis empleados, la voluntad de dar continuidad a aquello que había construido con el tiempo y una intuición de proyecto me empujaron a apostar por el desarrollo del sector técnico y la realización de productos con la marca Metalmont. Así nació, a principios del dos mil, la primera instalación de grandes dimensiones para el desplazamiento de granos. En 2010, a contracorriente con el periodo de crisis económica, dupliqué la superficie de la sede productiva: hacían falta espacios más amplios para el montaje de máquinas de grandes dimensiones.
Mi intención era construir productos para el sector agrícola que fuesen perfectos, resistentes, incluso estéticamente perfectos; por lo que nunca he dejado de invertir en máquinas de última generación, en instalaciones láser y en centros de trabajo completamente automatizados, contando también con competencia y la capacidad de crecimiento profesional de mis colaboradores. Con ellos he intentado compartir las metas conseguidas, garantizando la seguridad del puesto de trabajo, un ambiente limpio, ordenado y sin peligros. La entrada en la empresa de mi hijo Iacopo, ingeniero de gestión, con años de experiencia en grandes empresas multinacionales, en Italia y en el extranjero, amplía los horizontes y me permite mirar al futuro con confianza».

Domenico Meghini
Fondador

ESCUCHAR, COMPRENDER, RESPONDER…ANTICIPAR

Quienes se dirigen a Metalmont buscan soluciones “a medida”: escuchar la exigencias de nuestros clientes guía el proyecto, la producción y la comercialización de nuestras máquinas. Nos cuestionamos continuamente con la convicción de que cada producto debe mejorarse siempre para responder a las diferentes condiciones de ejercicio, a las normativas y a las necesidades expresadas por los usuarios, y esto es la base de la confianza que los clientes depositan en nosotros desde hace más de 30 años.

CUESTIONARSE

«Metalmont nació casi por casualidad. En 1985 un amigo me propuso ayudarle a gestionar una empresa de carpintería ligera, por aquel entonces con dificultades, en Revine Lago, en la provincia de Treviso: acepté el reto. Empecé arreglando las cuentas, eliminando los trabajos con pérdidas y potenciando a los clientes más rentables; teniendo en cuenta el buen equipamiento y el potencial, decidimos, junto con el resto de socios, comprar la empresa. Desde el principio, consideré como piedras angulares de mi profesión la corrección con respecto a los proveedores y la calidad de los trabajos entregados a los clientes.
El sentido de responsabilidad respecto del trabajo de mis empleados, la voluntad de dar continuidad a aquello que había construido con el tiempo y una intuición de proyecto me empujaron a apostar por el desarrollo del sector técnico y la realización de productos con la marca Metalmont. Así nació, a principios del dos mil, la primera instalación de grandes dimensiones para el desplazamiento de granos. En 2010, a contracorriente con el periodo de crisis económica, dupliqué la superficie de la sede productiva: hacían falta espacios más amplios para el montaje de máquinas de grandes dimensiones.
Mi intención era construir productos para el sector agrícola que fuesen perfectos, resistentes, incluso estéticamente perfectos; por lo que nunca he dejado de invertir en máquinas de última generación, en instalaciones láser y en centros de trabajo completamente automatizados, contando también con competencia y la capacidad de crecimiento profesional de mis colaboradores. Con ellos he intentado compartir las metas conseguidas, garantizando la seguridad del puesto de trabajo, un ambiente limpio, ordenado y sin peligros. La entrada en la empresa de mi hijo Iacopo, ingeniero de gestión, con años de experiencia en grandes empresas multinacionales, en Italia y en el extranjero, amplía los horizontes y me permite mirar al futuro con confianza».

Domenico Meghini
Fundador